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miércoles, 5 de julio de 2017

Los orígenes del cóctel: un poco de historia

El origen de combinar diversas pócimas se pierde en el tiempo, aunque probablemente fuese a consecuencia de la necesidad de conservar algunos líquidos, así como de preservar los aromas primigenios. Pero no hace falta remontarse tan atras, pues el cóctel es una invención reciente. Es más a pesar de que en ingles signifique cola de gallo (cocktail: cock, gallo y tail cola) nada mas lejos de la realidad. Numerosas son las fábulas que se han contado, pero nadie sabe con exactitud dónde y cuándo fue servido el primer cóctel. Mucho antes de la gran inundación de agosto de 2005, los padres de Nueva Orleans ya les habían dado nombre al que se convertiría en uno de los maximos exponentes de la coctelería. Un cartel de la humilde casa decimonónica del 437 de la Royal Street, reza: "El cóctel a nacido". Cuenta una leyenda del siglo XIX que un forajido dominicano de nombre Antoine Amédée Peychaud, abrió una botica donde amigos y paisanos gustaban de reunirse. Peychaud comenzó a servir a sus invitados licores de hierba de Santo Domingo hechos a base de plantas, azúcares y aromas, utilizando un medidor conocido en Francia como "coquetier". Los ingleses adoptaron el término a su manera y lo llamaron "cocktei", hasta finalmente dar con "cocktail", nuestro "cóctel".
Los orígenes míticos del cóctel son infinitos, ahora bien, cabe incluir uno especialmente imaginativo que se enmarca durante la Guerra de Secesión de finales del siglo XVIII cuando las Treinta Colonias luchaban por independizarse de Inglaterra. Se cuenta que una rolliza patrona llamada Betsy Foloyagan decoró las jarras de los oficiales americanos con las plumas de un gallo durante una comilona conmemorativa.

La edad de oro del cóctel

La práctica y la técnica junto a la estandarización de recetas refinaron las combinaciones elementales elaborados a finales del siglo XIX y a principios del XX. El cóctel se expandió, culminando en los años veinte -la época del jazz- al entrar a todos y cada uno de los ambitos de la vida norteamericana: desde las crónicas negras hasta los eventos de la clase alta, pasando por la literatura, los anuncio, las artes visuales, la música y, sobre todo, el cine. El cóctel se transformó entonces en parte intrínseca de la cultura estadounidense y en leyenda, incluidas las estrellas de la gran pantalla tan pronto queridas como odiadas por sus venturosas vidas, y aquellos locales nocturnos con sus barras rebosantes de botellas destellantes, el hielo y las aceitunas.
Y llegó la Ley Seca: entre 1920 y 1933, a los americanos se les prohibía beber en público y tuvieron que hacerlo a escondidas. La gente bebía en la habitaciones de los hoteles, en fiestas privadas o en sótanos clandestinos. El Long island Iced Tea era un cóctel de la época que camuflaba sus entrañas alcoholizadas de las redadas policiales gracias a su inocente nombre y al rústico vaso con el que se servía. La popularidad de los cócteles fue en aumento a raíz de estas tretas y cuando la Ley Seca se derogó, el propio recién elegido presidente Roosvelt oficializó el mandato preparando un Martini seco en la Casa Blanca conocido como Martini FDR.


Un placer refrescante

Pero, exactamente, ¿qué es un cóctel? El exquisito arte de combinar bebidas consiste en la búsqueda y mejora del perfecto equilibrio entre ingredientes por muy diferentes que sean. Exceptuando las bebidas no alcohólicas, el cóctel se fundamenta en un licor fuerte -whisky, ginebra, vodka, ron, tequila, coñac- en una proporción del 50% como mínimo. A éste se le añaden aromatizantes como el vermut o los licores amargos con el fin de suavizarlo, endulzarlo o darle el toque que el consumidor prefiera según los gustos de cada cual. Al conjunto se le acompaña con hielo y se agita en la coctelera específica para cada cóctel. Normalmente, los cocteles se sirven fríos aunque los hay también muy calientes, eso sí, nunca tibios. ¿ Cuándo ha de servirse un cóctel? Lo ideal es preceder las comidas, especialmente antes de la cena. Un buen cóctel, además de ser agradable al paladar, ha de abrir el apetito. También los hay que se sirven después, siendo excelentes digestivos.

     
Bibliografía: Anne McRae, Carla Bardi, Lorenzo Bigongiari. 2008. El libro de plata de los Cócteles, 1001 cócteles para todas las ocasiones. Editorial Robinbook, Barcelona.

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